Asistimos a un tiempo histórico en el cual las mujeres levantamos las banderas, salimos a la calle, exigimos hermanadas que: nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestras subjetividades sean respetadas. El heteropatriarcado nos pretende aplastar en este rebrote brutal de misoginia que se observa desde lo político, lo social y lo ideológico en todas las latitudes.
Marchamos por las mujeres de ciudad de Juárez, machamos por la liberación de Milagro Sala, marchamos para que nuestros senos no sean considerados obscenos, marchamos para poder amamantar en lugares públicos en paz, marchamos porqué seguimos ganando un30% menos que los varones, marchamos porque la violencia contra nosotras no se detiene; porqué el machismo sigue viéndonos como objetos de los cuales puede disponer y destruir sin miramientos. Y esta mirada se agudiza, cada vez más, al punto de que existen europarlamentarios como El polaco Janusz Korwin-Mikke que sostuvo sin ningún escrúpulo, en su alocución durante un debate sobre la brecha salarial entre mujeres y varones:"¿Sabe usted cuántas mujeres hay entre los primeros cien jugadores de ajedrez? Se lo diré: ninguna. Por supuesto, las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes", dijo durante la sesión de la Eurocámara.
Tenemos pactos internacionales con raigambre constitucional, tenemos voluntad y compromiso político de muchos sectores, pero es claro que aún no es suficiente.
Marchamos porqué decimos basta, marchamos porqué estamos empoderadas y hermanadas; porque nuestro mensaje empapará la tierra. Porqué estamos decididas a bregar por la igualdad.
Este miércoles nos encontramos en la marcha. Ya que como lo dijera la sempiterna Evita: ”Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país”.